lunes, 22 de febrero de 2010

THE DUKE & THE KING + PVL HAVOC (Imanol Larzabal K.E. San Sebastian)

Foto: El Humilde Fotero del Panico: http://www.flickr.com/photos/foteropanico/

La noche es templada y un cosquilleo en las tripas me hace presagiar que estoy a punto de presenciar algo grande. Queda sólo una hora para que comience el concierto de THE DUKE & THE KING en San Sebastián. Casi por casualidad localizo el lugar, una “Kultur etxea” en el barrio del Antiguo, junto a la playa de Ondarreta, apenas a cinco minutos del Peine de los Vientos. Haciendo tiempo doy un paseo por los alrededores y me cruzo con tres tipos completamente vestidos de negro, no escucho su conversación pero dicen a gritos que ellos también asistirán.
Cualquiera que haya escuchado el maravilloso disco de los cuatro americanos motivo de estas líneas posiblemente estaría tan expectante como yo, porque "Nothing Gold Can Stay" es uno de los mejores álbumes publicados en el 2009. -“Quedan sólo cinco entradas...”-, le comenta la taquillera a una pareja que se acerca a la ventanilla. El calor humano está garantizado, el precio de la entrada también ayuda (9 €), seremos 250 los elegidos en una sala con apariencia de salón de actos de colegio de EGB pero con una acústica digna del mejor teatro que uno haya pisado.

PVL HAVOC hace las veces de telonero. No lo conozco, tras leer su nombre en los cartelescreía que se trataba de un grupo pero sobre el escenario aparece un “songwriter”, que dirían los americanos, dispuesto a defender sus canciones con la única ayuda de una guitarra española. Cabizbajo esconde su rostro cuando, tras un tímido saludo (con una pose muy estudiada) levanta la mirada y se descubre uno de los hombres de negro que hace media hora se cruzaron en mi camino. Agradabilísima sorpresa, canta en inglés y canta muy bien. Se nota que gusta al público (posiblemente algún que otro amigo está presente) y, desde la primera fila, un servidor descubre a un artista que da cien mil vueltas a decenas de cantautores folk-rock que las revistas especializadas tratan como a dioses. Breve y bueno, me quedo con las ganas de comprar el disco que dice que acaba de publicar: "The Shape of Your Heart".

Tras el buen sabor de boca de PVL Havoc, llega la hora de la verdad. Miro a mi alrededor y la sala ya está totalmente llena, reconozco a mi lado a dos chicas que vieron, hace ahora un año, a los Tindersticks en el Victoria Eugenia (están con sus novios, supongo, pero de ellos no me acuerdo) y un par de filas detrás está sentado el eterno tipo de melenas con chupa vaquera desgastada que me encuentro en todos los conciertos, este tipo tiene buen gusto, al menos tan bueno como yo. Se apagan las luces...
"If you ever get famous", en una versión sobrecogedora, infinitamente más emocionante que la recogida en su álbum, es a la mejor introducción posible a lo que promete ser una actuación inolvidable. "The morning I get to hell" es perfecta para hacernos creer que todos estamos invitados a colaborar en la fiesta y 250 almas, invitadas por el propio Simone, coreamos el –“lie, oh lie, oh lie, oh lie, oh lie....”.
"Don't wake the scarecrow" es el primer guiño a las composiciones junto a sus hermanos, los Felice Brothers, y me mantiene durante más de cinco minutos con la carne de gallina. -¡Esto es la hostia!, pienso, se podría acabar aquí la cosa y me iba contento. Momentos francamente delicados dejan paso a canciones llenas de intensidad y éstas, a su vez, a tonadas más cercanas al folk-rock más desenfadado. El lider, Simone Felice, lleva en un principio la voz cantante, la violinista, Simi Stone toca como un demonio y canta como los ángeles, es su contrapunto, como solo Lee Hazlewood y Nancy Sinatra sabían hacer. Con "Suzanne" es el, en un principio, bajista, Bobby Bird el que lleva la iniciativa y éste también tiene una gran voz, pero es cuando el batería alza la suya, un negro corpulento con una gran pegada, que se te encoge la boca del estómago, Reverend Loveday es ¡puro soul! Ya nadie sabe si estamos en un concierto de country, de soul, de blues, de rock o de folk, sólo que cada canción es infinitamente más grande que su versión en el estudio (creo que ya he dicho que su disco es maravilloso) y que el cuarto de kilo de presentes somos unos privilegiados por poder verlos y disfrutarlos casi en la intimidad. "Union street" y, de repente, estamos en una misa gospel, los cuatro cantan a coro y el ritmo lo marcan las palmas de un público entregado sin remedio. La electricidad retoma protagonismo y volvemos al rock, "Still remember", "Summer morning rain", "Lose myself".... Una a una, van cayendo todas las canciones de su álbum de debut. Aunque beben agua, su grito de guerra es “¡Rioja!” Da la sensación de que antes de actuar se han tomado unos pocos (vinos) y se lo están pasando de maravilla encima del escenario. Se intercambian los instrumentos, todos se sientan a la batería, el bajo pasa por varias manos y la acústica también, sólo el violín es propiedad exclusiva de la fémina del grupo. Tocan juntos, muy juntos, aunque el escenario es amplio parece que necesiten sentir el aliento del compañero, se nota que se llevan bien y que se lo pasan bien, transmiten buenas vibraciones y repiten y repiten un -“We love you” que suena sincero.
Nada es eterno y una catártica versión del "Radio song" de los Felice Brothers da paso a unos versos que toda la sala reconoce por haberlos escuchado mil veces, nuevamente la carne de gallina, nos están regalando el "Helpless" de Neil Young, el único clásico que el canadiense se “olvidó” en el pasado concierto del velódromo de Anoeta, y lo hacen como si de The Band se trataran, haciendo una versión que supera el original y que hace añicos a los cientos de artistas que anteriormente se han atrevido con ella. -“We love You” repite el cantante una y otra vez, lo que hace responder recíprocamente a más de una (y de uno). -“We love you, we love you, we love you” ...y te lo acabas creyendo.
Tras la retirada inicial, se reclaman los bises, los aplausos no cesan y, por primera vez en los más de cien conciertos a los que habré asistido por estas tierras, no se corea el típico ¡beste bat! sino -"¡Ri-o-ja! ¡Ri-o-ja! ¡Ri-o-ja! ¡Ri-o-ja!"-.
Todavía hay tiempo para cuatro canciones más, la última de las cuales es una sentida versión del "Something in the way" de Nirvana, canción que Simone nos cuenta que tenía grabada en una casette que le sirvió de banda sonora cuando en el año 92, con 16 añitos, perdió su virginidad en el asiento trasero de un coche. Era la última canción de aquella cinta y fue la última canción del concierto. Los músicos se bajan del escenario y en señal de gratitud saludan a las primeras filas y a todo el que quiera acercarse a darles un abrazo o hacerse una foto. Mientras me estrecha la mano, un americanizado -“Thank you man” del batería todavía suena en mi subconsciente. Gente de verdad haciendo música de verdad. Razones por las qué he jurado no volver a pisar un estadio o la campa de un festival... (¡Nunca digas nunca jamás!).

A veces me preguntan hasta que punto me gusta la música. Desde luego que hay unas cuantas cosas en mi vida muchísimo más importantes, gente a la que quiero, y que espero que me quiera, momentos que valen más que mil canciones, pero mi respuesta, aunque muchos la crean exagerada, siempre es: -“....prefiero quedarme ciego que sordo”- Noches como la del pasado 18 de febrero me explican a mí mismo por qué suelo responder tal afirmación. Y yo tenía que contarle todo esto a alguien, espero haberos puesto los dientes largos y no haberos aburrido demasiado. Sé que la próxima vez ya no será lo mismo, hay momentos irrepetibles y sensaciones imposibles de describir con palabras, a los que allí estuvimos nos bastaba una mirada para darnos cuenta de que sentíamos lo mismo pero este llanero no tenía a nadie concreto a quién mirar. Quien me conoce sabe que no cené, la soledad fue mi compañera hasta alcanzar el sueño y la mañana siguiente me devuelve a la cruda realidad. El trabajo me muestra un mundo totalmente diferente al de un salón de actos en el que parecía soñar mientras vivia tan sólo unas pocas horas antes. Aquí a nadie le interesan la vida y milagros de The Duke and The King y yo no puedo dejar que el recuerdo se desvanezca, así que, todavía fresco, lo escribo y os lo cuento.

4 comentarios:

  1. Long may you run...enhorabuena...aquí tienes a tu primer fiel seguidor.
    En directo me encantaron más que en el disco...acojonantes The Duke & The King.
    Un abrazo

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  2. Seguiremos alimentando sin engañar tu ego, y agradeciédote que por fin estas pequeñas joyas vean la luz.

    Un beso

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  3. ¡Bienvenido a la blogosfera!
    Encantando (y halagado) de que utilices la foto..
    Seguiremos atentos tus exhaustivas y sentidas críticas.
    ¡Un saludo!

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  4. Gran crítica! Comparto lo de los estadios, donde se ponga un buen teatro pequeño o un bar...

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