viernes, 30 de julio de 2010

Elvis Costello & Kris Kristofferson en el Jazzaldía, Plaza de la Trinidad, San Sebastian 25 de julio de 2010

Hay días que es mejor no levantarse de la cama, aunque al final de la jornada esté esperando el fabuloso directo de Elvis Costello, siempre un aliciente para echar las sábanas a un lado y una buena razón para poner rumbo a San Sebastián.

El viaje por la A8, la mal llamada autopista del Cantábrico, fue una pequeña odisea. Lo único que me ayudó a sobrellevar las retenciones fue la entrada que guardaba en mi bolsillo con el nombre de ELVIS COSTELLO & THE SUGARCANES. Sí, claro que Kris Kristofferson ejerció de telonero de lujo, y que muchos de los asistentes habían pagado el precio del ticket (esos putos papeles impresos no pueden llamarse de otra manera) sólo por él, pero su nombre aparecía muy, muy pequeñito.
Una vez en la ciudad, con la angustia y la certeza de quien llega tarde para casi todo (para aparcar, para tomar un tentempié antes de la actuación y para coger un buen sitio en la Plaza de la Trinidad), la cola interminable para acceder al recinto confirmaba el peor de mis augurios.
Embutidos nos encontrábamos las 3100 almas que según la organización habían pagado su entrada, más gente que en el Kursaal y el Victoria Eugenia juntos, compartiendo emoción y sudor, encogido el corazón y apretado todo lo demás, en un recinto que dadas sus dimensiones y estructura estuvo a punto de provocarme un ataque de claustrofobia (la noticia de lo sucedido en la Love Parade alemana todavía estaba muy fresca). Nunca fueron las multitudes el medio en el que mejor me desenvuelvo, lo que unido a que me tocó detrás del típico grupo de graciosillos más pendientes de los cachis y del ja ja ja que de la música, hicieron que disfrutar del concierto fuera tarea difícil, casi imposible con Kristofferson sobre el escenario. Así, mientras las primeras filas se empapaban de las canciones del americano, en el centro del bullicio yo luchaba por no empaparme con los cachis de mis casuales compañeros (a los que la risa floja delataba como tontos del culo) y estaba más pendiente de conservar mi espacio para respirar y de mandar callar a los maleducados de siempre, a los que además supongo propietarios de una entrada como la mía en la que pone bien clarito: 45 Eur + 0,85 Eur.

Todos los factores sumaron para que estuviera deseoso de que Kris pusiera punto final a su actuación, un tanto plana, quizás demasiado relajado. Es muy difícil aguantar más de una hora con tu guitarra como único apoyo para defender unas canciones, enormes en pequeñas dosis pero carentes de las galas necesarias cuando tres mil personas esperan ansiosas la salida del cabeza de cartel. Estuvo muy crítico con la política exterior americana, desde la apertura con “Shipwrecked in the 80’s” (Irak y Afganistan) y “The Circle” (los desaparecidos argentinos) hasta “Sandinista”, que el propio Daniel Ortega le pidió que cantara con motivo del triunfo de la revolución en el país centroamericano. En muchas ocasiones hizo referencia a sus hijos (y a sus madres), se acordó de Janis Joplin, a la que incluyó en la letra de "Me and Bobby McGee" (la única canción que reconocieron los melómanos de risa floja y cachi en mano), y me hizo sentir culpable con “Please don’t tell me how the story ends”, acababa su actuación cuando yo empezaba a disfrutar de ella. No fue un telonero al uso, era, en realidad, el 50% de un cartel de lujo.

Y tras un breve descanso (lo del descanso es sólo un decir, llevaba más de dos horas de pie y lo mejor estaba por venir) “Mystery Train” fue la carta de presentación de Elvis Costello & The Sugarcanes. Para que se hagan una idea, lograban detener el ataque de verborrea que había provocado el consumo de cerveza, con una sola canción habían conseguido contrarrestar los efectos de litros de alcohol y toneladas de estupidez.
La banda es increíble: Stuart Duncan, violin; Mike Compton, mandolina; Jeff Taylor, acordeón; Jerry Douglas, dobro; Dennis Crouch, contrabajo y Jim Lauderdale, guitarra. Cada uno de ellos por separado son una buena razón para pagar la entrada, Elvis los había juntado y, por si no fuera bastante, en el primero de los bises Kristofferson se unió a la fiesta para interpretar tres canciones que habían ensayado en la prueba de sonido tan sólo unas horas antes.
Costello dio una lección de clase y de tablas sobre el escenario, manejó los tiempos del concierto e hizo de la audiencia lo que quiso en todo momento. Las canciones de sus últimos trabajos ganaron en número, pero los clásicos y versiones sabiamente intercaladas fueron los “highlights” de la noche, como la mencionada “Mystery Train” o la beatle “You’ve got to hide your love away” con la que se terminó de meter al público en el bolsillo. Y todas llevadas al terreno de los Sugarcanes que hicieron maravillas en clave de country y bluegrass de canciones que conocíamos en formatos bien diferentes. “Good year for the roses” fue de las que te tocan el corazón y “Everyday I write the book”, justo antes de su primera despedida, de las que justifican que merezcan la pena dos horas de viaje, tres horas de pie y hora y media de tonterías.

Bajo una ovación dificil de imaginar si no se está presente, se produjo el estreno mundial sobre el escenario de Kris Kristofferson, Elvis Costello & The Sugarcanes: dos temas del americano, cantados a dúo (y a destiempo por su autor), y una composición con la que Elvis bromeó al definirla como a KKCC or CCKK song (Rosanne Cash / Elvis Costello / Kris Kristofferson), la maravillosa “April 5th”, pero que no la cambio por lo que nos perdimos en su lugar (en Huelva, por ejemplo, fueron incluídas en el setlist dos de mis canciones favoritas de todos los tiempos: “(What’s so funny ‘bout) peace, love and understanding” y “I want you”, aquí relegadas en favor de la colaboración con el actor y cantante tejano).

Y tras una nueva retirada, la vuelta con la traca final, apoteósica despedida del concierto y del festival de jazz: “Sulphur to sugarcane”, “Alison” y “Happy”, interminable (para deleite de todos nosotros) versión del clásico de Richards, revisitado y oportuno, ahora todavía reciente la edición de lujo del “Exile on main Street” de los Stones.
Podría haber sido memorable, y seguramente así fue para quienes lo vivieron más de cerca. La avaricia de unos (demasiada gente en tan poco espacio) y la estupidez y mala educación de otros (todavía me sigo preguntando por qué hay gente que se gasta 45 € si su intención es sólo la de hablar y beber), restaron magia a una ocasión única. Costello es un superclase y tenemos dos canciones pendientes. La próxima, en primera fila.

viernes, 23 de julio de 2010

Patti Smith en el Jazzaldia - Playa de la Zurriola, San Sebastián, 21 de Julio de 2010

Patti Smith volvió a San Sebastián tres años después de que nos cautivara con su música y con su poesía, tres años después de ver de cerca por primera vez a uno de esos artistas que el destino (como después hiciera con Cohen) ha querido que nos encontráramos cara a cara. Tres años después, ninguna excusa resultaría convincente para no asistir a un concierto de la neoyorquina de adopción. Me he inventado razones, desde la vulgaridad propia de un festival en la playa hasta la lluvia que arreció la pasada noche, ninguna fue lo suficientemente persuasiva, a Patti Smith hay que verla donde sea y como sea. Nunca defrauda, y el pasado miércoles nos dio motivos para seguir pensando así.

Las muy optimistas previsiones de los organizadores se vieron truncadas por la inclemente meteorología. Se preveía un baño de masas similar al de Bob Dylan (ente 25.000 y 30.000 personas), pero gracias a la lluvia la cosa se quedó en unas 15.000 que abarrotaron la playa pero sin que la cosa fuera angustiosa y, además, retrasó la llegada de todos aquellos indecisos a quienes los grises del cielo les pesaron más que la música. Y digo gracias, porque les juro por Dios que recé por que lloviese, alguien escuchó mis plegarias y el agua purificadora dejó en casa a cientos de curiosos que sólo hubieran ido a estorbar.
Los que no se atrevieron se perdieron a Patti Smith, y se perdieron una tarde en San Sebastián. Comer y pasear por la ciudad siempre es un placer, hacerlo en buena compañía un lujo, y así fue hasta que pasadas las ocho los autobuses del Boulevard alejaban a unos y acercaban a otros camino del Kursaal. La lluvia, presente durante todo el día, se resistía a abandonar los cielos que amenazaban oscuros mientras nos adentrabamos en la playa, descalzos, sintiendo la humedad de la arena y presintiendo que nos mojaríamos algo más que los pies. La primera fila nos esperaba y tomamos posiciones (yo y el único valiente que se atrevió a seguirme, compañero inesperado y por ello mucho más agradecido). A esa misma hora, según he podido leer, Patti paseaba por la orilla del mar, nosotros, ajenos, entablábamos conversación con la gente de nuestro alrededor, los verdaderos fans, los pobladores de las cercanías del escenario, en su mayoría venidos desde el otro lado de los Pirineos. El olor del pescado, procedente de algún chiringuito cercano, se mezclaba con el de la marihuana y el salitre de la costa. El ambiente que se respiraba era de auténtica devoción por la mujer que estábamos a punto de ver, de camaradería, educación y buenas formas. La edad, cuya media sólo era rebajada por un pequeño grupo de veinteañeros, franceses también, supongo que tuvo mucho que ver en la atmósfera creada. Gracias a la lluvia se evitó el macrobotellón playero que suele preceder a estas actuaciones, gracias a la lluvia la noche fue especial.

Apenas habían pasado unos minutos de las 21:30 cuando sonaron los primeros acordes de “Redondo beach”, el tema no podía ser más apropiado para comenzar, “Space monkey” y “Free money” completaron una terna perfecta para convencernos de que habíamos tomado la decisión correcta. Patti Smith se mostraba incluso mucho más joven que hace tres años, vital, la perfecta maestra de ceremonias, capaz de emocionarte en un teatro y de hacer vibrar a 15.000 personas junto al mar. Se colgó un crucifijo e hizo figuras imposibles con una cinta roja que le entregó uno de sus asistentes para la interpretación de “Play with fire” de los Stones, ralentizando el tempo y elevando la emoción de una de las pocas versiones que atacó en la noche (ya dejó atrás "Twelve", y con él las personales covers de Hendrix, de Harrison, de Dylan, de Reed, de Young o de Stevie Wonder que habían sido parte fundamental de sus últimos conciertos).
Improvisó con su guitarra acústica un tema con San Sebastián y la lluvia (que por entonces todavía era débil) como protagonistas y dedicó una de las canciones del que será su próximo álbum al escritor chileno Roberto Bolaño.

Sus manos huesudas, a pesar de que ella ya no lo es tanto, no pararon de gesticular (nunca te fíes de quien no mueva las manos al hablar, me aconsejaron siempre). “Ghost dance” invocó a los dioses de la lluvia y “Beneath the southern cross” con un final eléctrico, catártico, terminó por enfadarlos. Se arrastró por el escenario, nos invitó a cantar, nos invitó a amar: -“la única jodida cosa que merece la pena es el amor” “...¡gracias Jesús!”, grita al final de “Gloria”, y nos saludó realmente agradecida por asistir y aguantar el aguacero, e hizo lo propio con la zona VIP, objeto de la envidia de muchos (por estar a cubierto) y del desprecio de otros (porque el rock y las clases están reñidas), pero ella no hizo distinciones.
Hubo dedicatorias a la gente de su generación, pues así se refirió a ellos cuando citó a Tom Verlaine (para él fue “We Three”), el guitarrista amante de Paul Verlaine a quien encontró en el mítico CBGB’S, o a Jim Carroll y sus vivencias en el Chelsea Hotel, y en homenaje a éste último, recientemente fallecido, “People who died” fue una celebración de la vida de todos los seres queridos que se quedaron en el camino, se acordó de Robert Mapplethorpe, Kurt Cobain, de Fred "Sonic" Smith (su marido), de su hermano, de su padre y de su madre y nos invito a hacer lo propio con los nuestros y nos obligo a saltar por y con ellos. “Dancing barefoot” hizo realidad mi deseo de bailar realmente descalzo (aunque lo que yo hago lejos está de lo que se conoce por bailar) y la lluvia aumentó en copiosidad conforme la canción y el concierto ganaban en intensidad. Ya no había marcha atrás, en las primeras filas no fueron permitidos los paraguas, la música fue nuestro único cobijo y era mucho más importante no perderse ni un solo detalle de las danzas imaginarias que sólo Patti sabe dibujar. Con “Because the night” ya estábamos absolutamente empapados, tras el escenario los focos nos mostraban la furia de una lluvia que no parecíamos sentir, hubiera sido un buen momento para versionar “Gimme Shelter”, pero lanzada y enfadada con los cielos “People have the power” tuvo el poder incluso de atenuar la tormenta, ahora convertida en un ligero morrinar.

Y ya en los bises, “Wings” y “Gloria”, en una versión mucho más larga, mucho más sentida y mucho más celebrada que en ocasiones anteriores, puso final a la noche. Supongo que sujeta a los horarios del festival, preocupada porque estábamos calados hasta los tuétanos, o quizás porque no era el mejor lugar para sentir lo que transmiten sus canciones, pero el caso es que la actuación fue breve y nos privó de tres o cuatro fijas de sus setlists, como “Pissing in a River”, o como la ineludible “Rock’n’Roll niger” y el delirio final rompiendo las cuerdas de su guitarra.
Para los que la vimos en el Victoria Eugenia, hace tres años, o en Bilbao, hace dos, nos supo a poco, para el resto (como el valiente que me acompañó) fue una actuación que recordarán por siempre.

Uno tras otro se fueron dando de baja todos aquellos que habían prometido asistencia a la primera jornada del Jazzaldía. Ellos se lo perdieron. Por suerte, lo no vivido no se echa en falta, por suerte para todos los que nos empapamos de la música y de la lluvia de julio, nos acordaremos para siempre del día que bailamos descalzos en la Zurriola. Los DVDs y el Youtube están muy bien, pero los conciertos hay que vivirlos, posiblemente nunca más tengamos ocasión de verla con nuestros pies hundiéndose en la arena, seguramente no la volveremos a ver bajo la lluvia, es posible que repitamos en teatros o en palacios, pero lo de anteayer será irrepetible, mejor o peor, la próxima será diferente.

domingo, 18 de julio de 2010

Razones para ver a Patti Smith en San Sebastián

Ya quedan pocos días para que Patti Smith vuelva a San Sebastián con motivo del festival de Jazz de la ciudad, un festival tan abierto que se trae a los artistas que le da la gana, lo de menos es el género musical que practiquen, hoy en día está todo contaminado y la buena música no entiende de géneros.

Quien bien me conoce sabe que odio los festivales y, casi en la misma medida, los conciertos gratuitos. Esta vez se cumplen las dos premisas, así que me tengo que convencer a mí mismo de que merecerá la pena.

1.- En mi diccionario particular festival es sinónimo de vulgaridad. Supongo que será la edad pero no está uno para aguantar las chorradas de cientos de niñatos con muchas ganas de pasárselo bien y unas pocas de escuchar música. Normalmente de los carteles me suele gustar uno, dos, tres artistas en el mejor de los casos, y para verlos desde un buen sitio hay que aguantar el tipo con otra media docena. Muchas veces no aguanto ni a los teloneros, con que imagínenme en un festival. ¿Y la recompensa? El premio suele ser escuchar al grupo que tanto admiras muchísimo menos tiempo que en un concierto al uso, un repertorio más “festivo” que en un concierto al uso (y si no es así no faltará el imbécil de turno que grite eso de – “¡queremos rock’n’roll! ¡marcha!, mientras mantiene en alto la señal que en mis tiempos significaba cornudo). En resumen, por el doble de precio se nos muestra una versión amputada y, normalmente, envuelta en vulgaridad.
Este no es el caso del Jazzaldia donostiarra. Hay actuaciones en diferentes puntos de la ciudad, y cada actuación tiene a uno, como mucho dos grupos como protagonistas. Algunas son de pago, aprovechando el Kursaal, el teatro Victoria Eugenia, algún que otro local refugio de la música durante todo el año (como el Be Boop o el Altxerri) y la plaza de la Trinidad (que se cierra para la ocasión); y otras son gratuitas, celebradas en las terrazas exteriores del Kursaal y en la anexa playa de Gros, que este año tendrá el honor de recibir a Patti Smith.

Primer escollo salvado.

2.- No obstante, lo de ser gratuito, en la playa y en verano... me acuerdo de la actuación de Bob Dylan en la misma playa, ¡qué les voy a contar!, portada de todos los diarios y absoluto fiasco musical, la gente no sabía muy bien si estaba en San Fermín o viendo a Dylan, y él mismo tampoco se encontró cómodo con el percal que tenía delante. Fue como comer caviar con tinto don Simón mientras un tío a tu lado se fuma un farias.
Sin embargo, creo que Patti va a salir bien del envite. Tengo buenas vibraciones al respecto y la corazonada de que quien coja el coche para acercarse hasta la capital de Guipúzcoa no se va a arrepentir.

3.- Pensar en las dos veces anteriores que nos vimos de cerca también ayuda para terminar de convencerme. El concierto del teatro Victoria Eugenia ya lo he contado por estos lares, y el de hace dos años (justo el día 21 se cumplirán dos años) en Santana 27 en Bilbao, también merece la pena ser recordado y contado. Estoy seguro que repetiremos muchos de los asistentes. Había gente de Salamanca, de Oviedo, de Santander, de Santoña... (también alguno de Bilbao) y sé que intentarán acercarse hasta San Sebastián.
Esa cálida tarde de verano una rockera de 61 años se empeñó en demostrar lo falaz que resulta la afirmación de que todo tiempo pasado fue mejor. - “¡Nosotros somos el futuro y el futuro es ahora!”, grita siempre antes de atacar “Rock’n’Roll niger”. Como para no creérselo.
En una demostración de cercanía y de no temer el contacto con el público, actuó sin la habitual valla y el recinto de seguridad, de forma que las primeras filas podían tocar literalmente los pies de la cantante, es más, en un par de ocasiones en las que su escudero, Lenny Kaye, ejerció de vocalista, ella se sentó al borde del escenario y estrechó la mano de todo el que se la tendió (estuve a punto de no soltársela nunca).
A pesar de estar absolutamente ronca, se mantuvo encima del escenario casi dos horas (que tomen nota muchos aspirantes a chupamicros). La noche anterior actuó en la expo de Zaragoza, al aire libre, y le pasó factura, pero como el de Bilbao era el último concierto de la gira, no le importó dejarse las cuerdas vocales en el intento. A partir de la tercera canción, casi no podía ni hablar, pero curiosamente al cantar apenas se le notaba. Echó mano de remedios caseros, brindando con todos nosotros con su chupito de orujo con miel, que le supo a rayos a tenor de su expresión, pero que causó el efecto buscado y adormeció su garganta durante lo que restaba de actuación. Otros muchos hubieran suspendido, ella cantó durante dos horas.

Como para no volver a verla siempre que haya ocasión de ello.

4.- Las canciones. Todo su primer álbum, "Horses", es un clásico, del rock y del punk, esas canciones... no envejecen. Y el resto están plagados de clásicos (que nunca faltan en el setlist): “Because the night”, “Dancing barefoot”, “People have the power”... y además, tiene el poder de hacer suyos los clásicos de otros: “Gloria”, “Perfect day”, “Smeels like teen spirit”, “Helpless”, “White Rabbit”, “Soul Kitchen”, “Play with fire”, “Pastime paradise”...

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5.- Y porque transmite buenas vibraciones. Su sonrisa es sincera, su actitud profesional y su trato cercano. O cómo se puede ser punk y transmitir paz.

¿Nos vemos?
Al final romperá las cuerdas de la guitarra con sus propias manos.

she is benediction
She is addicted to thee
She is the root connection
She is connecting with he

Here I go and I don't know why
I fell so ceaselessly
could it be he's taking over me...

I'm dancing barefoot
heading for a spin
some strange music draws me in
makes me come on like some heroine

viernes, 16 de julio de 2010

Leonard Cohen – Songs from the road

La noticia del día: Antes de que acabe el año tendremos nuevo disco de Leonard Cohen en la calle. "Songs from the road" es el título elegido para el complemento perfecto al monumental "Live in London", el trabajo que lo devolvió al mundo de los vivos.
Para paliar la ansiedad antes de la publicación de las once nuevas canciones prometidas para el año que viene, este directo recoge Beluga traído del Volga y nos lo sirve en bandeja de plata (CD + DVD). Doce canciones grabadas durante su particular “Neverending Tour” en el que lleva embarcado desde 2008, algunas que no tuvieron cabida en el "Live in London", porque siempre faltarán canciones en un recopilatorio de Cohen, y otras ineludibles de su repertorio, conforman este trabajo cuya fecha de lanzamiento será el próximo 14 de septiembre.

Muchos pensarán que ya vale de exprimir el cancionero y los maltrechos bolsillos de sus seguidores para engordar los suyos (que ya no deben ser tan ruinosos). Yo les contesto: Nunca tendremos suficiente Cohen, durante muchos años nos ha tenido a dos velas y al “Live in London” le faltaban media docena de mis canciones favoritas, entre las de Cohen y entre las de todo hijo de vecino que haya publicado un disco en su vida.

Me acuerdo del concierto del BEC y se me vuelve a poner la carne de gallina, y me acuerdo del "Hard Rain" de Dylan y pienso que, a veces, nueve canciones son suficientes para mostrarnos lo que puede ser una actuación memorable. Luego el doble "Bob Dylan Live 1975, The Rolling Thunder Revue", nos mostró de forma más amplia como comenzó esa gira. Leonard Cohen ha hecho justo al revés: primero nos presentó el doble “Live in London”, enorme, más de dos horas de clásicos que esperemos que no deje de tocar nunca, y después publica un sencillo de esa gira en el que apenas se repiten cuatro temas del mencionado directo. Como si me hubiera consultado: -“Coco, elige las canciones para el pequeño tesoro que voy a publicar como resumen de estos años de pasear mi música por el mundo”, y yo le hubiera respondido: -“Chelsea hotel, Famous blue raincoat, Lover, lover, lover, The partisan, Avalanche y... y el resto lo dejo a su elección, porque cualquiera de su repertorio estará a la altura”. Y me ha hecho caso, y el álbum, con solo doce temas, recogerá mis favoritas de un cancionero con el que sólo Dylan puede competir.

Lover, Lover, Lover (Ramat Gan Stadium, Tel Aviv, Israel, September 24, 2009)
Bird On the Wire (Clyde Auditorium, Glasgow, Scotland, November 6, 2008)
Chelsea Hotel #2 (Royal Albert Hall, London, England, November 17, 2008)
Heart with No Companion (Oberhausen King Pilsener Arena, Oberhausen, Germany, November 2, 2008)
That don't Make it Junk (O2 Arena, London, England, November 13, 2008)
Waiting for the Miracle (HP Pavilion, San Jose, California, November 13, 2009)
Avalanche (Gothenburg Scandinavium, Gothenburg, Sweden, October 12, 2008)
Suzanne (MENA Arena, Manchester, England, November 30, 2008)
The Partisan (Hartwall Arena, Helsinki, Finland, October 10, 2008)
Famous Blue Raincoat (O2 Arena, London, England, November 13, 2008)
Hallelujah (Coachella Music Festival, Indio, California, April 17, 2009)
Closing Time (John Labatt Centre, London, Ontario, May 24, 2009)

Nunca te escuche decir
te necesito, no te necesito
te necesito, no te necesito



I remember you well in the Chelsea Hotel,
you were talking so brave and so sweet,
giving me head on the unmade bed,
while the limousines wait in the street.
Those were the reasons and that was New York,
we were running for the money and the flesh.
And that was called love for the workers in song
probably still is for those of them left.

Ah but you got away, didn't you babe,
you just turned your back on the crowd,
you got away, I never once heard you say,
I need you, I don't need you,
I need you, I don't need you
and all of that jiving around.

I remember you well in the Chelsea Hotel
you were famous, your heart was a legend.
You told me again you preferred handsome men
but for me you would make an exception.
And clenching your fist for the ones like us
who are oppressed by the figures of beauty,
you fixed yourself, you said, "Well never mind,
we are ugly but we have the music."

Ah but you got away, didn't you babe,
you just turned your back on the crowd,
you got away, I never once heard you say,
I need you, I don't need you,
I need you, I don't need you
and all of that jiving around.

I don't mean to suggest that I loved you the best,
I can't keep track of each fallen robin.
I remember you well in the Chelsea Hotel,
that's all, I don't even think of you that often.

Tenemos una cuenta pendiente.

The Coral – Butterfly House

Cambiamos de registro, el sol ha llegado para quedarse y BYRDMANIAX gritan no muy lejos de aquí.

Hubo a finales de los 80 un movimiento en Manchester, que tras la desaparición de The Smiths y ya lejanos los tiempos de Joy Division, volvió a poner a la ciudad en el planeta musical, lo llamaron Madchester y al carro se subieron un buen montón de bandas: The Stone Roses, The Charlatans, Happy Mondays, Inspiral Carpets... Paralelamente se fueron sumando grupos de diferentes partes de la isla como los Soup Dragons y Primal Scream desde Escocia o The La’s desde Liverpool. Para mucha gente (los enteradillos de turno) todo este movimiento no fue más que un revival, pero a los que nos pilló con dieciocho recién cumplidos algunos de esos discos se nos quedaron grabados a fuego.

The Coral podrían haber nacido entonces, aunque también podrían haberlo hecho a finales de los 60 y hacerle la competencia a The Byrds, Love o Buffalo Springfield. El caso es que por edad no debutaron hasta comenzado el siglo y por proximidad geográfica es fácil acordarse de los llorados The La’s (posiblemente el grupo inglés del que más discos se han publicado habiendo grabado sólo uno oficialmente).

Sería injusto dejar a The Coral como los sucesores de los de Liverpool, sus influencias hay que buscarlas mucho, muchísimo más lejos, pop de guitarras, country-folk, psycodelia... Ian Broudie les produjo sus primeros trabajos (los Lightning Seeds fueron maestros en la creación de perlas pop) y John Leckie (Stone Roses) es el responsable del sonido final de “Butterfly House”, no muy lejos de los Stone Roses y muy, muy cerca de The Byrds (esas guitarras y esas armonías). Se trata de su sexto álbum de estudio, que pudiera haber sido el segundo, pues su estilo no ha cambiado y se les presume tan ilusionados como al principio de su carrera, simplemente se limitan a seguir componiendo y sacando a la luz maravillas de tres minutos con su propio sello de identidad y de calidad. Un álbum del que se pudieran extraer media docena de sencillos (si todavía se hicieran esas cosas) y con el que ya va siendo hora de que por estos lares reconozcamos su calidad (en el Reino Unido ya se comen parte del pastel). Yo siempre he pensado que son el mejor grupo vivo de las islas británicas, el problema: que nunca he tenido con quien discutirlo.

Sólo un consejo: Si tienes la oportunidad de asistir a uno de sus conciertos, no olvides llevar una flor en tu pelo.

jueves, 15 de julio de 2010

The R.G. Morrison – Farewell my lovely

A los que habitamos en el norte de la península, el regreso de la lluvia nos está sumiendo en la melancolía. La última recomendación de la Land y la publicación del nuevo trabajo de The R.G. Morrison, cada uno a su manera, no hacen mas que aumentar la gama de grises sobre nuestros cielos.

He de confesar que hasta hace un par de meses desconocía la existencia de los americanos. Ha salido adelante una iniciativa en Santander de nombre “desconciertos”, gracias a la cual artistas enormes pero con pequeña repercusión mediática han visitado un oasis creado en la ciudad, El Café de las Artes. Quien no sepa de que hablo, sólo decirle que por precios que rondaron siempre los cinco euros, visitaron el citado oasis: Abraham Boba, John Tirado, Barzin, Amigos Imaginarios... y estuvieron a punto de hacerlo The R.G. Morrison. Finalmente, un baile de confirmaciones y cancelaciones de última hora dieron al traste con el concierto, pero hicieron que yo me interesara por esos nosequé Morrison que no había oído en la vida.

La primera pista me vino dada por su compañía discográfica: LOOSE MUSIC RECODS, la misma que publica los discos de The Duke & The King (motivo del nacimiento de este blog), The Felice Brothers, Grand Drive, Danny & The Champions of The World, Mark Mulcahy... Casi me dan ganas de comprar sus discos a ciegas, pero hoy todo es más fácil y entre el YouTube y los Mp3 me terminan de convencer de que los organizadores de “desconciertos” tienen muy buen gusto y los R.G. Morrison un gran disco: "Learning about loathing", que data del ya lejano 2006.

Pues bien, el lunes 28 de junio, Rupert Graeme Morrison y su banda acaban de dar a luz a su segundo vástago, y a ver quién se puede resistir con las cuatro pinceladas que recoge su hoja de promoción:
“Grabado en su propia granja en Devon, mezclado posteriormente en los estudios Real World de Peter Gabriel, “Farewell my lovely” nos remite a los mejores momentos de Crosby, Stills & Nash y de Gram Parsons, pero también haciendo uso de influencias contemporáneas como Sparklehorse, Ryan Adams o Grandaddy, moviéndose desde la desnudez acústica de alguna de sus canciones, a los arreglos orquestales y las erupciones de guitarras de otras”

Dejando de lado la pirotecnia de las hojas promocionales (que son capaces de vender a Bill Fay como el eslabón perdido entre Nick Drake, Ray Davies y Bob Dylan), y escuchado el álbum, compruebas que no es del todo mentira lo prometido y, además, añadirías en el lote a Bon Iver, Barzin, Townes Van Zandt, Elliott Smith y The Band. Y descubres un disco precioso, grabado al margen del mundanal ruido, analógico, terrenal, donde la voz de Morrison se abre paso sin dificultad sobre las guitarras acústicas, el violín y delicados arreglos de viento, creando, con la ayuda de las armonías vocales patentadas por Crosby, Stills & Nash, una atmósfera meláncolica sólo rota, en momentos puntuales, por arrebatos guitarreros en cresdendo mas propios del post-rock (como al final de “Broken Hands” o “It’s not how you love”).
La parte central del disco, lo que antiguamente conoceríamos como el final de la cara A y el principio de la B, alcanza casi el calificativo de sublime: “I won’t waltz” e “... introducing Diamond Valley” se valen de los mencionados arreglos orquestales para hacerte tocar el cielo y olvidarte de que estas frente a un álbum de eso que se empeñan en llamar Americana, al final, siempre las grandes canciones suelen resultar difíciles de clasificar.


Para los que hemos caido rendidos, hay una edición limitada de 1000 copias, numerada y pintada a mano por la propia banda, con fotos exclusivas. Si algún promotor con el suficiente buen gusto no lo remedia, habrá que pedirla por correo, aunque... todavía queda pendiente el último concierto del ciclo "desconciertos" y...

miércoles, 14 de julio de 2010

Laura Marling – I speak because I can

Todos los años le salen a Nick Drake media docena de imitadores, aunque pudiera ser más correcto decir que la prensa especializada se empeña en buscarle sucesor. Lo que en los años setenta ocurriese con Bob Dylan (Bruce Springsteen o Elliott Murphy fueron presentados en su día como los nuevos Dylan) pudiera ser aplicable en la actualidad al malogrado Drake, cuestión de modas. Y miren ustedes por donde, tras tanto buscar haciendo castings a torturadas almas masculinas, ha sido un ángel de nombre Laura Marling quien mejor ha sabido capturar el espíritu de Nick Drake. Y me imagino que no haya sido su intención, como Drake, casi no tiene edad para haber sufrido lo suficiente, derrocha sensibilidad, y tiene una voz que inevitablemente te hace pensar en el inglés.

Me acerqué a ella con motivo de su debut discográfico, "Alas I cannot swim", un precioso álbum del que no te acababas de creer que su autora contara con tan sólo 18 años cuando fue publicado (luego durante su grabación todavía no era mayor de edad). Con su segundo disco, del que a falta de nada más ocurrente, voy a decir que es UNA PUTA OBRA MAESTRA, se ha erigido en la reina de un emergente movimiento neo-folk surgido en las islas británicas. A ese movimiento pertenecen también los Mumford & Sons, de quienes ya hemos pregonado sus virtudes, y que se dieron a conocer precisamente teloneando y colaborando con nuestra protagonista. La prensa inglesa ha relacionado sentimentalmente a Laura Marling con Marcus Mumford, a mí ciertamente me la trae floja, pero si ese es el motivo por el que los Mumford han sido la banda de estudio para grabar "I speak because I can", yo bendigo esa relación y les deseo decenas de años de felicidad y mucho hijos, tan preciosos como el primero de los frutos de su unión.

En realidad se trata de un triángulo (sólo en el terreno musical, no sean mal pensados) cuyo tercer vértice es ocupado por otra figura en alza: Johnny Flynn. Los tres han girado conjuntamente en los últimos años y leyendo los créditos de sus respectivos álbumes, sus nombres se repiten en unos y otros. Así, a diferencia de su debut (también altamente recomendable), en “I speak because I can” los Mumford & Sons no se limitan a ser unos meros músicos de estudio, sino que su sello es evidente (“Devil’s spoke”, “Rambling man”, “Alpha shallows”), dotando al disco de la intensidad que caracteriza a sus propias grabaciones: el banjo, guitarras, percusión, mandolín... y los coros... los londinenses, pero con un ángel como vocalista, con el espíritu (y mucho más) de Nick Drake, mucho más presente cuando se desnuda musical y sentimentalmente en canciones como “Made by Maid” o “Darkness Descends”. Supongo que Ethan Jones, el productor, también haya tenido algo que ver en el producto final, su nombre aparece en la contraportada de alguno de mis discos favoritos (sin yo saberlo), como “Rainy day music” de Jayhawks o “Heartbreaker” de Ryan Adams, además de Turin Brakes, Ray Lamontagne... y el único disco de Rufus Wainwright que tocó mi corazón (sólo de refilón): “Poses”.

Quédense con su nombre: Laura Marling. No le va a ser fácil seguir en el anonimato (desde luego, no me refiero a España). El último empujoncito en este sentido se lo ha dado Jack White, quien prendado por el talento de la inglesa ha grabado un single a medias que será publicado próximamente en la compañía del líder de White Stripes.

martes, 13 de julio de 2010

Famous Blue Raincoat

Tenía la sensación de que después de contar el concierto de Leonard Cohen, el blog ya no tenía razón de ser, como si el fin de las otras cincuenta entradas anteriores fuera llegar hasta él. Una etapa de crisis (no sólo a nivel económico) sin nada que decir ni ganas de buscarse un motivo para hacerlo. Y después de tanto tiempo no sabía como retomar esta historia, así que:
Escribía ayer lo que mi mente guarda del concierto de Leonard Cohen en el BEC y buscando videos con los que dotar al texto de un poco de vida, escuche como diez diferentes versiones de “Famous Blue Raincoat”. No se lo van a creer, pero desde el 17 de septiembre pasado, cada vez que escucho la canción los ojos se me empañan peligrosamente y un nudo en mi garganta lucha por desatarse.
Refrescar el recuerdo de las más de tres horas vividas hace casi diez meses siempre me acelera las pulsaciones, sé que mucha gente para la cual Leonard Cohen es sinónimo de aburrimiento nunca se llagará a creer que el canadiense me ofreció el mejor concierto de rock, sí de rock, que haya vivido jamás, pero así fue, y “Famous Blue Raincoat”...
Está escrita en forma de carta, narrando la peor de las traiciones, la de un amigo (quizás la de un hermano al que se dirige como my brother, my killer) y su propia mujer.
Incluida en su álbum de 1971 “Songs of love and hate”, esta versión está grabada en directo en 1979 para la televisión alemana:


It’s four in the morning, the end of December
I’m writing you now just to see if you’re better
New York is cold, but I like where I’m living
There’s music on Clinton Street all through the evening.

I hear that you’re building
your little house deep in the desert
You’re living for nothing now,
I hope you’re keeping some kind of record.

Yes, and Jane came by with a lock of your hair
She said that you gave it to her
That night that you planned to go clear
Did you ever go clear?

Ah, the last time we saw you
you looked so much older
Your famous blue raincoat was torn at the shoulder
You’d been to the station to meet every train
And you came home without Lili Marlene

And you treated my woman to a flake of your life
And when she came back she was nobody’s wife.

Well I see you there with the rose in your teeth
One more thin gypsy thief
Well I see Jane’s awake –
She sends her regards.

And what can I tell you, my brother, my killer
What can I possibly say?
I guess that I miss you, I guess I forgive you
I’m glad you stood in my way.
If you ever come by here, for Jane or for me
Your enemy is sleeping, and his woman is free.

Yes, and thanks,
for the trouble you took from her eyes
I thought it was there for good
so I never tried.

And Jane came by with a lock of your hair
She said that you gave it to her
That night that you planned to go clear

Sincerely, L. Cohen


Son las cuatro de la mañana, finales de diciembre.
Ahora mismo, te estoy escribiendo para saber si estás bien.
Nueva York es frío, pero me gusta donde vivo.
Suena música en Clinton Street durante toda la tarde.

He oído que estás haciéndote
una pequeña casa en medio del desierto.
Ahora, tu vida no tiene sentido.
Espero que guardes algún tipo de recuerdo.

Sí, y Jane vino con un mechón de tu pelo.
Me dijo que se lo habías dado
aquella noche que decidiste cortar con todo.
¿Lo has hecho realmente?

Ah, la última vez que te vimos,
parecías mayor.
Tu famoso impermeable azul estaba gastado por los hombros.
Has estado yendo a la estación a mirar los trenes.
Y volviste a casa, sin Lili Marlene.

Y has tratado a mi mujer como un objeto más de tu vida.
Y cuando volvió conmigo, ya no era la esposa de nadie.

Bueno, te veo ahí, con una rosa entre tus dientes.
Otro debilucho ladrón gitano.
Veo a Jane despierta.
Te manda recuerdos.

Y todo lo que puedo decirte, mi hermano, mi asesino,
¿Qué puedo decir?
Supongo que te echo de menos. Supongo que te perdono.
Me alegro de que te cruzaras en mi camino.
Si alguna vez vienes por aquí, ya sea por Jane, o por mí.
Tu enemigo estará durmiendo, y su mujer será libre.

Sí. Y gracias
por el problema que le quitaste de delante.
Yo creía que estaría ahí siempre,
y por eso nunca había intentado solucionarlo.

Y Jane vino con un mechón de tu pelo.
Me dijo que se lo habías dado
aquella noche que decidiste cortar con todo.

Sinceramente, L. Cohen.



Traición, perdón y gratitud. ¿Autobiográfica? ¿Quién sabe? Él mismo pudiera ser quien faltó a la fidelidad, quizá sea la carta de quién solicita, quien necesita, el perdón haciendo saber a una tercera persona que, después de todo, fue para bien.
Me ponga en el lugar de quien me ponga la canción me estremece por igual, ¡es triste joder!, es triste para todos sus protagonistas. Como la vida misma: la traición de la persona en quien más confiamos (ahora es fácil imaginar que los versos vayan dirigidos a Kelley Lynch), el adulterio y la pareja condenada al tedio infinito por temor a buscar una solución.

Le he dado mil vueltas al YouTube y demás páginas de videos, tenía intención de poner una cover del tema, ninguna le llega a la suela de los zapatos a las del propio Cohen. Nunca me cansaré de escucharla y de verlo sentir cada verso. Esta fue registrada en Lisboa el 30 de julio de 2009, un día después actuaría en León.

Cohen escribiría en las notas interiores del recopilatorio “The best of Leonard Cohen” (1975) que el dueño del impermeable azul era él mismo:
̶ "Tenía un buen impermeable entonces, un Burberry que compré en Londres en 1959. Elizabeth pensaba que parecía una araña dentro de él. Fue probablemente la razón por la que no iría a Grecia conmigo. Todavía colgaba más heroicamente cuando le quité el forro y alcanzó la gloria cuando las raídas mangas fueron reparadas con un poco de cuero. Las cosas estaban claras. Sabía cómo vestir en aquellos días. Fue robado del desván de Marianne en Nueva York en algún momento durante los primeros años setenta. No me lo ponía mucho hacia el final..."