Después de tanto tiempo alejado del mundo de los blogs, de internet, y casi del resto de los mortales, de repente, siento la necesidad de contar cosas que he descubierto y vivido a lo largo de un periodo en el que bastante tenía con poner orden en mi mundo particular. Tras Arcade Fire la cinta sigue rebobinando y, todavía un poquito antes en el tiempo, se me presenta el concierto que Kelley Stoltz dio en la sala Azkena de la ilustre Villa de Bilbao. Los dos últimos meses en mi memoria son un continuo flashback en el que a mí mismo me cuesta distinguir el reciente del más lejano pasado. No creo que tenga mucha importancia. Ajeno a las modas y hasta el gorro de que en este mundo virtual parezca que lo sucedido anteayer ya no tenga vigencia, soy de los que piensan que en la música lo que realmente merece la pena es atemporal, en la música, en la literatura, en el cine y hasta en las relaciones personales.
El 18 de noviembre en Bilbao hacía un frío de los que no invitan precisamente a salir de casa, pero la razón fundamental por la que viendo al californiano éramos cuatro gatos fue que ese mismo día, a la misma hora y a tan sólo cien metros del mismo lugar Eli “Paperboy” Reed arrastraba a los enteradillos y a todo el que se dejó guiar por sus recomendaciones. Kelley nos reunió a los que tenemos un gusto privilegiado, muy por encima de las modas y lo cool, y no nos atrevemos a recomendarle nada a nadie porque en más de una ocasión nos han llovido palos de descontento. Esta vez hubiéramos acertado, quien quiera que nos hubiera acompañado nos hubiera dado las gracias, un abrazo y se hubiera comprado el último álbum de nuestro protagonista (lo que hicieron prácticamente todos los presentes).
―Que quede constancia de que no tengo nada contra Eli “Paperboy” Reed. Me parece un cantante extraordinario con un gran directo. Es sólo que ese jueves había que elegir y... a mí me gusta arriesgar. Estoy seguro de que quienes vieron a la nueva sensación del soul no se habrán arrepentido de ello. ―
Yo tenía mis reparos. Con seis discos a sus espaldas, "Bellow the branches", el antepenúltimo, y un programa de radio, Islas de Robinson, me pusieron sobre la pista del genio, pero tanto el citado disco como en el siguiente, "Circular sounds", maravillosos los dos (¡que quede bien claro!), me dejaban una rara sensación de que dentro de ellos pudiera haber mucho más de lo que quedó grabado en sus pistas, la idea de que detrás hay un gran compositor que no termina de encontrar la manera de rematar esa gran canción que siempre está a punto de parir y... como no podía ser de otra manera ni en otro momento, en el 2010 son trece las canciones por las que venderían su alma al diablo muchos de los que juegan a ser estrellas del rock de primera división.
Tenía mis reparos porque no había escuchado las trece joyas de su último trabajo y porque, aunque una corazonada me decía que sería especial, no tenía ni la más remota idea de como se las gasta en directo, ni tan siquiera si vendría solo o acompañado. Venía acompañado, ¡y tan acompañado!, seis músicos sobre el escenario y menos de treinta personas debajo (tres mujeres, si quieren jugar a las estadísticas, las tres acompañadas). Guitarras, bajo, batería, saxo, órgano... un genio de la melodía a la voz, una banda haciendo música sin importarles si tienen delante a tres o a trescientas personas. Alguien perdió dinero, pero hay cosas que no se pagan con el vil papel, hay momentos que recordaremos porque, aunque pequeñitos e intrascendentes, se quedan grabados para los que miramos, y vemos, más allá de las apariencias.
Tenía mis reparos, pero como sólo los grandes, demostró que la música está concebida para ser interpretada y disfrutada en directo, mostrándome lo que no lograba ver, el verdadero potencial de las canciones de sus anteriores discos. Respecto a las del último no tenía nada que demostrar: uno de los mejores álbumes de este año, apúntenlo, aunque casi seguro que no aparece en ninguna lista.
El concierto duró menos de una hora, de esas veces que la frase de Baltasar Gracián tiene pleno sentido, porque bueno fue muy bueno y en tan corto pero aprovechado espacio de tiempo dio un repaso a toda la música popular de uno y otro lado del Atlántico. El espíritu de Ray Davies fue sin duda quien más veces se nos apareció (y algo más que el espíritu porque con “Fire escape” te daban ganas de gritar ―“...all day and all of the night!...”), The Beatles vía Lennon, XTC, Love y su "Forever Changes", T-Rex ( “I like I like” es su particular “Get it on”) y los Byrds más psicodélicos (“Baby I got news for you”), Beck (“Keeping the flame”) y The Feelies (esa guitarra y esa base rítmica recordaban la particular interpretación que sólo ellos sabían hacer de The Velvet Underground), añadan a Chuck Prophet (algo más que un colega, que para eso Kelley es el baterista de la banda de su mujer), denle al conjunto un baño de Rock’n’roll (con “Rock and Roll with Me” empezó todo y hasta nos sentimos protagonistas de Pulp Fiction con la instrumental versión de Link Wray que se marcaron) y aderécenlo con power pop del que nos enseñaron Big Star. Y para terminar, lo presentan con la estética indie-desaliñada de quien viene a lo que viene, a cantar (¿se acuerdan de Elliott Smith?).
Espero no haberles puesto los dientes demasiado largos. Que se jodán los que no arriesgaron. A los que perdemos habitualmente, cuando nos sonríe la fortuna disfrutamos el triple.
Un tío que en su día se regrabó por completo el Cocrodiles de Echo & The Bunnymen y que rinde homenaje a Leonard Cohen. ¿Quieren más motivos para rendirse ante sus encantos?
P.D. Como llevaba unos meses desconectado no había reparado en la crónica de la Land. También con los blogs rebobino, pero el Ryan Adams de la blogsfera es tan prolífico... (bueno no tanto últimamente) que no sé si llegaré a tiempo de ponerme al día antes de fin de año.
Cuenta Joserra que Andy Warhol era el único que asistía a los conciertos de The Velvet Underground, esos locos que hacían ruido mediados los sesenta en Nueva York. Si algún día podemos presumir de haber visto a Kelley Stoltz haciendo diabluras en el Azkena de Bilbao, ¿qué se apuestan a que serán más de trescientos los que estuvimos allí?
Pero como no nos vas a poner los dientes largos ?
ResponderEliminarKelley es uno de los mejores artistas de los últimos años y To Dreamers no hace más que confirmarlo; a pesar de que cualquier aficionado medianamente serio puede apreciar ecos de garage, psicodelia ,Beatles, Velvet o Ray Davies sobre todo, se le identifica rápidamente como un creador ORIGINAL.Suerte la tuya.Me alegro por tí.
Pensaba que algún día te animarías a comentar el disco de los californianos The Idyllist al verlo durante un tiempo en tu blog ; creo que es de los discos más FRESCOS que estoy escuchando este año , con estupendos estribillos y una gozada guitarrera , no me las puedo quitar de la cabeza, ADICTTIVOS son.
Un Saludo.
Como para no poner lo dientes largos... Una pena que no consiguiera entradas para Arcade. Escucharé a Kelley. Me estoy poniendo al día. Me alegra verte de vuelta. Saludos.
ResponderEliminarExcelente video. Gracias, fue muy interesante.
ResponderEliminarEl directo, el directo, sentir el aire que mueven los conos de los altavoces, oir el brillo de los platos directamente un microsegundo antes de que pasen por el micro de sonorización. Mmmmmm.... sí, esa magia. No hay nada como eso en una pequeña sala...
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