viernes, 15 de abril de 2011

Martin Stephenson - Sala BBK, Bilbao 3 de abril.

Me ocurre a menudo: Entre mis artistas favoritos hay un buen puñado de los que nunca me acuerdo. Están ahí, pero son lo suficientemente discretos como para no reclamar el protagonismo que en justicia se merecen, la misma discreción que les hace doblemente encantadores, exclusivos para paladares exquisitos (aunque no esté bien que yo lo diga).

Martin Stephenson tuvo sus días de gloria. Fue metido en el mismo saco que todos los que, cuando al mover el árbol de las islas británicas, caían maduros a pesar de su juventud, rebosantes de sensibilidad y buenas canciones. Compartieron la década de los 80’s, escenarios y seguidores con Prefab Sprout, Aztec Camera, Lloyd Cole & The Commotions o The Lilac Time, y debutaron como Martin Stephenson & The Daintees con un álbum que debería figurar en todas las guías y discotecas que se precien de buen gusto. Un álbum del que nunca te acuerdas hasta que te lo encuentras en la segunda fila de la estantería donde guardas el caviar, "Boat To Bolivia", una Puta Obra Maestra. A éste le siguieron otras tres maravillas: "Gladsome, Humour & Blue", "Salutation Road" y "The Boy's Heart" antes de disolver a The Daintees y continuar una larga carrera en solitario, por entonces ya, segun sus propias palabras, apartado del alcohol, de la religión y de la industria tal y como funcionaba hasta no hace muchos años.

Y lo tenía semi-olvidado hasta que aparece en la lista de conciertos para el mes de abril de la sala BBK de Bilbao, dos días antes que Marianne Faithfull en el mismo lugar, un día después de que Willie Nile hiciera lo propio a trescientos metros, curiosamente, aunque con circunstancias completamente diferentes, con trayectorias casi opuestas, los tres encajan en la definición de “casi tocó el cielo, lo dejó escapar, y regresó para no dejar nunca de tocar, esta vez sobre los escenarios y con los pies siempre cerquita de la tierra”.

El domingo día 3 era día de resaca de música y de emociones, tras Willie Nile y de muchas más cosas que hacían difícil poder disfrutar de un concierto, pero tenía la entrada en el bolsillo y una hora de camino no era excusa para faltar a la cita. El tipo que aparece en la portada de muchos de sus discos, mucho más alto y fuerte de lo que me imaginaba (quizá también porque después de Willie Nile...) vino solo con su acústica. Demostró ser un extraordinario guitarrista y a penas hizo concesiones a quienes habíamos crecido escuchando, casi en secreto, sus primeros discos. Sólo en tres ocasiones (al menos que yo pudiera reconocer) se acordó de los éxitos que durante sus primeros diez años de carrera le colocaban una estrella sobre la puerta de su camerino: “Crocodile cryer”, “Salutation road” y una aclamada “Little red bottle”.

Con una historia sucedida hace 17 años, pero musicada hace apenas 6 meses, recorrimos las calles de San Sebastián, las mismas por las que yo caminaba el día anterior, y pensé en la conexión existente entonces entre todas estas bandas y nuestro país. Entonces hubiera sido muy distinto encontrarse frente a Martin Stephenson, entonces hubiera tenido a los Daintees con él y nosotros todavía mucha música por descubrir. Esta vez vino él solo, con su guitarra (cuya conexión con el ampli no dejo de darle problemas), con una sonrisa que no perdió durante todo el concierto y con toneladas de buen humor (ni una sola de las canciones fue ejecutada, sin ser interrumpida por alguno de sus chistes o comentarios) que muchas veces te hacían dudar si sobre las tablas había un cantante o un humorista. Yo no tenía el cuerpo para muchas tonterías. Lo siento, quizá en otro momento... lo hubiera podido disfrutar.
Lo mejor de todo: Una excusa para desempolvar sus cuatro primeros discos. Mereció la pena.

Él no dejaba de mirar al cielo. Yo no dejé de mirar atrás. Hubo un tiempo en que una estrella lucía en la puerta de su camerino.


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1 comentario:

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