Willie Nile es de esos artistas a los que nos aferramos y que por jugar en la segunda división del estúpido mundo de la popularidad queremos y recomendamos con mucha más pasión. "Beautiful Wreck of The World" me lo descubrió casi por casualidad y no terminaba de comprender el por qué, escuchado surco a surco, este tío no se había devorado el mismo pedazo de tarta que Bruce Springsteen; luego lees que un día, tal y como le sucediera a Elliott Murphy, lo tuvo al alcance de sus manos, lo tocó y lo dejó escapar. Había reservado lo mejor para ofrecérnoslo en plena madurez, no cabía otra explicación tras escuchar "Streets of New York".
Willie es más que un cantante “maldito”, un músico especial, uno de los nuestros. Poca gente llegará nunca a entender por qué determinados discos, a veces sólo canciones, pueden influir en nuestras vidas. Supongo que somos unos bichos raros y tampoco se trata de que nadie nos entienda. Tenemos la fortuna de emocionarnos más allá de lo racional con cuatro acordes y un montón de versos, tenemos la fortuna de tener a Willie Nile, hemos tenido la fortuna de verlo en Bilbao y, precisamente gracias a ese injusto discurrir del mundo, pudimos disfrutarlo en una pequeña sala, en el Kafe Antzokia. No tengo ni idea de cuanta gente había presente, desde mi temprana entrada apenas me giré de la primera fila más que para saludar a Rodri, familia y cia. Se oían murmullos a mi espalda, hacía calor, se corearon con verdadera pasión algunos temas, supongo que el local estaba lleno pero no me giré hasta que parte de los asistentes ya habían empujado las puertas.
En un estadio de fútbol o un pabellón de deportes es donde sus canciones le deberían situar si los miles de descerebrados que se matan por una entrada de determinados artistas supieran que unos cuantos que yo me sé venderían su piel (el alma quizá haga algún tiempo que la perdieron) al diablo por componer cualquiera de los surcos que graban sus tres últimas entregas.
No soy de la opinión de Joserra respecto a su trilogía final (en realidad respecto a su último álbum), creo que "Streets of New York" es una obra maestra a la altura de los clásicos de la historia del rock, que "House of a Thousand Guitars" fue, sin duda, uno de los mejores discos del 2009, una jodida obra de arte a pesar de mirar de lejos de su antecesor, sin embargo, "The Innocent Ones" es (que no se me mosquee nadie) un poquito menor.“One Guitar”, “The Innocent Ones” (la canción) o “Singin’ Bell” funcionan en directo a las mil maravillas, además, la que elegí para mi recopilatorio de canciones del año pasado, ayer me puso la carne de gallina (“...the fame is not good, money is OK but fama is not good, ¿cómo se dice fame? ¿fama?..., ok: “Rich & Broken”).
¿Hablamos del concierto?
Necesitaba un buen concierto de rock tanto como mucha gente (a la que os dejo poner nombre y cara) un buen polvo. Y Willie me dejó absolutamente satisfecho. Desde hace unos años no ha dejado de tocar en España, pero se ha resistido a pisar suelo cántabro tanto como vasco... se me escapaba y por fin, ¡por fin! ¡Menudo polvazo!
Willie no canta, siente, vomita las canciones. Un animal de escenario, a la altura de... déjenme pensarlo un rato. Desde la inicial “Run”, desde que señala las venas de sus brazos para cantar el primer verso, queda disipada cualquier duda de lo que veníamos a ver. Porque una cosa es tener tres discos cojonudos y otra bien distinta meterte dentro el veneno que hay en ellos, verso a verso, encontrarte de frente con un poeta, vestido de negro riguroso, con un pelo imposible y una edad incierta, que se mueve muchas veces como si estuviera bailando sevillanas y que siempre te hace sentir veinte años más joven (bueno, sólo a los que el carnet de identidad nos lo permita). Bruce Springsteen, Elliott Murphy, Tom Petty... no hay muchos más. Un poeta que encontró en la música la mejor forma de trasmitir sus emociones.
Sin tiempo para tomar aliento, en un “setlist” confeccionado en parte sobre la marcha, le dedica “She's so cold” a los Rolling Stones. ¡Olé sus huevos!, ellos le roban la canción, él se la dedica y si hubieran asistido a su interpretación en directo, por primera vez para Willie Nile en Bilbao, le devolverían todo el dinero que han ganado con los royalties, -“She's so, she's so, she's so, she's so cold”, cantábamos en el primer himno de la noche. Y a partir de ahí, ya podía haber tocado lo que quisiera; a mí se me escapó “Vagabond Moon” pero le perdono porque “On The Road To Calvary” la tenía pendiente desde hace quince años, y faltaron algunos momentos más íntimos (“Back Home” fue la más solicitada) pero es que no se trajo su acústica y... y no hay nada que objetar cuando suenan “Give Me tomorrow”, “Love is a train”, “Heaven help the lonely”, “Hard times in America” y... y Buddy Holly, Los Ramones, The Clash y Jim Carroll cantando “People Who Died” como si fuera la última y la última vez.
“Cell Phones Ringing (In the pockets of the dead)” se vive diferente cuando su autor te cuenta como la compuso el día que abrió el periódico y se encontró con la noticia del 11-M de Madrid. Dedicó la canción a todas las victimas del terrorismo, a las pasadas y a las futuras y, de verdad, los teléfonos de los muertos sonaban en tu cabeza y se mezclaban con la rabia y las ganas de saltar que te provocan la canción. El reggae de “When Who Stands”, compuesta junto a su batería Frankie Lee, le sirvió de coartada para bromear sobre su peinado y sonó como los Wailers haciendo la banda sonora de “El bueno, el feo y el malo”. Pero el momento, el momento del concierto, fue la interpretación al piano de “Streets of New York”, sólo comparable (no exagero) a la que me produjo Mike Scott y su “Old England” en el Arriaga. Inolvidable.
Jimmy Hendrix tocó toda la noche en la casa de las mil guitarras, cuando el reloj marco las 12 Robert Johnson cantó en la casa de las mil guitarras, podéis oír a Dylan y los Rolling Stones en la casa de las mil guitarras, el viejo Hank, John Lennon, Muddy Waters, John Lee Hooker, todos habitan en la casa de las mil guitarras, cuenta el sueño que tuvo Willie titulado “House of a Thousand Guitars”. Ayer todos estuvieron presentes, ayer hasta casi la una de la madrugada el Antzokia bilbaíno se convirtió en la casa de las mil guitarras.
Después no me atreví a nada. Yo soy así. Le podía haber saludado porque se mostró accesible, amable y cercano. Firmó un millón de discos y quedó fascinado de la historia de amor que con el single español de “Sing Me a Song” le contaba un tal Joserra antes de presentarle a su mujer. Le dijo al capo de Rock&Rodri que tiene casi grabado un nuevo disco y que está incluso asustado de lo bueno que es, -“I’m on a roll”, le confesó a quien le acababa de enseñar un single de 1980 que contiene mucho más que dos canciones y gracias al cual estaba entre nosotros un chaval de 14 años.
Prometió volver.
Streets of New York, Old England, todo el set de Arcade en Madrid, Chuck en el Colegio, cosas para contar a los nietos Coco o cosas que deberán conocer los nietos, como dice Mr E.
ResponderEliminarMe hizo un favor er , para mi salud porque si después de ese tema al piano, me toca across the river, tiorunda surprise o dos o tres más baladas de las que sólo los poetas de la fender saben, yo me muero, lo creas o no.
Qué bien te vi, cómo te brillaban los ojos y cómo me alegro!
Por cierto, sabes que el escudero de Marianne para mañana es Pettibone? My God!
UN ABRAZO y hasta mañana!
P.D: con esta casa abierta esto da gusto.
Sonando en mi cabeza: Dreams come Dreams come Dreams come.............Por cierto "El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional" jajaj un saludo desde tierras lejanas!!!
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