Lloyd Cole es de esos artistas que tienen la capacidad de hurgar entre mis recuerdos. Tiempos de vino y rosas, más idealizados cuanto más profundos, y siempre con las canciones como vehículo necesario para traerlos de vuelta a un presente que, por real, se nos muestra mucho más feo de lo que algún día volverá. Hay quien presume de memoria fotográfica, yo la tengo musical, mis recuerdos se cuentan por canciones, por álbumes en ocasiones, y no hay recoveco de mi consciente al que no esté asociada una música en concreto.
Compré el tercer álbum de Lloyd Cole and the Commotions, que a la postre resultaría ser el último, nada más verlo en el catálogo de Discoplay. Había escuchado una de sus canciones y eso bastaba por entonces. Eran tiempos en que la radio no estaba reñida con la calidad y podías entrar en una discoteca con “My bag” sonando por los altavoces, eran tiempos en que me sabía de memoria cada surco de la colección de discos que debido, sobre todo, a mis penurias económicas no crecía al ritmo de mis deseos.
“Mainstream” dio vueltas y vueltas en mi giradiscos, sin enterarme hasta dos años después que los Commotions habían parido un primogénito de la talla de “Rattlesnakes” y un hermano, más que digno sucesor, cuya concepción no debió ser tan fácil como su nombre indica: “Easy Pieces”. Eran tiempos en los que disfrutábamos más de los discos y la información no estaba al alcance de todo el mundo. Eran tiempos en los que el descubrimiento de un nuevo grupo te empujaba en su dirección en busca de artistas similares, cuando sólo el boca a boca, una radio como Dios manda y cuatro revistas especializadas eran tus fuentes de conocimiento. Y en ese camino me crucé con Edwyn Collins antes que con Orange Juice, con Stephen Duffy y sus Lilac Time, The Pale Fountains y después con Michael Head, con Martin Stephenson & The Daintees, Prefab Sprout o Aztec Camera. La mayoría de ellos siguen todavía dando muestras de que quien tuvo retuvo, artesanos del POP, del verdadero brit-pop, no lo que vendría después con Oasis y Blures varios, y más tarde con Franz Ferdinand y demás aspirantes a un trono vacante desde que nos faltan The Kinks.
Desde entonces, he seguido los pasos de un LLoyd Cole que, también desde entonces, camina en solitario. En lo que va de siglo, ha entregado una trilogía que me hace pensar en Nick Lowe, otro inglés (aunque de una generación anterior) que infectado por la música americana, está viviendo su mejor momento creativo. En realidad, Cole sólo ha entregado dos: “Music in a foreign language” y “Antidepressant”, el tercero será publicado oficialmente el 28 de septiembre. Y como no podía ser menos este 2010, tras cuatro años sin nuevo material, “Broken Record” es su mejor álbum desde hace décadas, una maravilla conforme a los cánones de la epidemia que se extiende por este blog para deleite de mis oídos (espero que también para los suyos): guitarras cristalinas, predominantemente acústicas, ritmos reposados pero contundentes, juegos de voces y textos deudores de su admirado Leonard Cohen. La clase que no se adquiere en la escuela de música, la clase inherente a los grandes.
Y todo facturado por una superbanda a la altura de las circunstancias (de las canciones), piensen en los Pariah Dogs, protagonistas de nuestra anterior entrada, piensen en los Sugarcanes de Elvis Costello o en los Mugalaris de Ruper Ordorika. LLoyd Cole pensó en quienes han aportado magia a las grabaciones de su vida. Según cuenta el propio músico, tras muchos años grabando y girando en solitario, tenía la necesidad de sentirse rodeado de nuevo por una banda, un grupo de músicos que mejoraran el trabajo que un ordenador y su par de guitarras venían haciendo hasta ahora. Así que vía email se puso en contacto con quienes, a la postre, grabarían el álbum: ─ “Estoy grabando un disco, a la vieja usanza. ¿Interesado? El sueldo es muy bajo y no es negociable”.
Todos respondieron que sí.
- Sus dos compañeros de gira, con los que desde principios de año ha dado una serie de conciertos en formato de trio acústico bajo el nombre de LLoyd Cole Small Ensemble: Mark Schwaber (guitarras y mandolin) y Matt Cullen (guitarras y banjo)
- Blair Cowan (teclados), miembro de los Commotions, con quien ha firmado canciones que perdurarán en la memoria de toda una generación que creció escuchando pop a mediados de los ochenta. Han vuelto a componer mano a mano una perlita, con Serge Gainsbourg en mente, de título “Oh Genevieve”.
- Fred Maher (batería y percusión) con quien ya trabajó a principios de los ’90 en sus dos primeros discos en solitario. En su curriculum: Scritti Politti, Lou Reed o Matthew Sweet.
- Joan Wasser (piano, violin, guitarra y voces), más conocida como Joan as Police Woman, también ha sido miembro de Anthony and the Johnsons.
- Rainy Orteca (bajo), también en Joan as Police Woman y Anthony and the Johnsons.
- Bob Hoffnar (pedal steel) Ya había trabajado en “Bad Vibes”, su tercer disco en solitario.
- Kendall Meade y Dave Derby (coros), sus voces se suman a la de Joan Wasser y, por supuesto, a la del propio LLoyd Cole.
Todo estaba dispuesto para inmortalizar un disco que su autor ha definido como el capricho de quien está próximo a cumplir los cincuenta y del que cree será su última grabación con una banda de rock. Y ha sido así, precisamente, porque las canciones se lo pedían, porque se lo merecían, once perlas, cualquiera de las cuales podría figurar entre lo mejor de su discografía (no exagero, este álbum es una delicia, tiene melodías, tiene nervio, tiene alma). Necesitaba de una banda que aportara nuevos puntos de vista, que cada uno de sus miembros ofreciera su perspectiva en busca de la belleza. Y lo consiguen, desde “Like a broken record”, una preciosidad acústica, hasta “Double happines”, revisitando el pop-rock americano como sólo un inglés sobrado de clase podría hacerlo (me vuelvo a acordar de Nick Lowe), con una producción pulcra donde menos es más (jodida y manida frase, esta vez cierta), arreglos folk con uso de violín, mandolín y banjo, y unas armonías vocales que dan la réplica y complementan a quien no se ha olvidado de componer canciones casi perfectas de tres minutos de duración.
“Writers retreat!” debería suponer su vuelta a las listas de ventas (pero no va a ser así, ¿que se apuestan?)
Uno de mis artistas favoritos. Tambien me trae bellos recuerdos. Maravillosa voz. Saludos.
ResponderEliminarHola Coco, me identifico plenamente con tus recuerdos de ese pasado más "feliz", esa época en la que al pensar en la música aun sentíamos que se abría ante nosotros un mundo nuevo lleno de posibilidaddes y de rincones maravillosos por descubrir, aunque desde luego yo no estaba tan puesto como tú. Lloyd Cole precisamente me de sumerge de lleno en ese mundo y esos recuerdos. La verdad es que me quedé ahí. No he escuchado ninguno de sus ultimos trabajos, aunque con entradas así será dificil resistirse a volver a escucharlo.
ResponderEliminarSaludos
Coco qué casualidad, esta entrada es del día de mi cumpleaños...qué preciosa canción ...qué grande Lloyd Cole...me la tomo como regalo...gracias por escribirla.
ResponderEliminarnaufrago por aquí buscando alguna cr´tica del nuevo disco de Lloyd Cole que acabo de comprar y que está sonando ahora mismo en mi casa y leo tus palabras sobre los tiempos del boca a boca y las "radios decentes", de cuando efectivamente nuestra colección de vinilos no aumentaba porque no nos daba la paga para más, y las cintas de cassete circulaban como moneda común entre todos nosotros. Pero ahhhh! era tan estupendo pararse a saborear los créditos, saber quien es quien y donde se hacen las cosas.. con tus discos y los discos de los amigos. En fin, coincido contigo en palabra por palabra y punto por punto, y también en casi todas las bandas que refieres.
ResponderEliminarAprecio que en este disco Cole modula la voz muchísimo más que en los ochenta en los que francamente resultaba algo frío y distante, siento que por fin se ha arrancado a cantar sin miedo, y esta, que era la única pega que yo tenía con este señor queda franqueada totalmente. En fin, que es un gran disco lo percibo y no lo he terminado de escuchar...
Y la grabación es espectacular, que sonido de bombo, cae como un plomo blando acompañado por el bajo. Las voces, las guitarras, los pedal guitar, los teclados... buf buf! menos es más que cierto. Joer! pero que bueno!
POr cierto... buen blog de veras!