domingo, 21 de agosto de 2011

Cass McCombs - Humor Risk

Siempre hay alguna razón, la mayoría de las veces olvidada, que nos lleva hasta las cosas, sólo que cuando el fin es especial, el camino suele quedar grabado. Por ello, tengo por costumbre citar el motivo o la persona que me descubrió tal o cual artista: la radio, un artículo, una casualidad, otro artista, o todo a la vez. Supongo que si alguno que otro hiciera lo propio, quien ésto escribe sería citado en más de una ocasión como fuente de conocimiento (dejémoslo en descubrimiento). No importa, que nadie se dé por aludido, que mi intención era únicamente contar que... Hace unos pocos años, cuatro, cinco como mucho, un artículo de Fernando Navarro (cuyo blog es lo mejorcito que uno puede leer cuando quiere descubrir, aprender y sentir la música) me llevó hasta el protagonista de hoy.

Y aunque pudiera parecerlo, no fue el gusto, exquisito, de Fernando el que me hizo reparar en Cass McCombs. El artículo, en realidad, era una entrevista a una de las compositoras y cantantes que nunca me cansaré de recomendar: Dayna Kurtz (Oh Fernando I’m so sorry for the love you saved for me... , lo siento Dayna, ahora yo tengo motivos suficientes para completar la estrofa en nombre propio: but my heart is locked forever in another lovely dream). Decía que contestando a una de las preguntas del periodista, Dayna citó a tres o cuatro músicos desconocidos que nos recomendó en nombre de su marido (el verdadero erudito musical en la casa) y Cass McCombs estaba entre ellos. El resto se lo pueden imaginar: un artista te gusta sobremanera y su opinión, en principio, siempre es válida para abrir nuestros oídos (por ejemplo: Howe Gelb me presentó a Madeleine Peyroux cuando no la conocía nadie y podríamos seguir hasta el infinito citando felices recomendaciones pero también alguna que otra decepción con gasto de euros incluido). Antes te comprabas el disco, ahora lo escuchas primero y... te acabas comprando el disco. "Dropping the writ" fue ese disco hasta que "Catacombs" se convirtiera en el más bello álbum de 2009. Sin quererlo se convirtió en el heredero de Jeff Buckley para unos y en el de Elliott Smith para otros, sin la voz del primero pero con su delicadeza y profundidad, sin la ternura del segundo, capaz de extraer la mejor de las melodías del fondo de la depresión, yo veo a Cass McCombs justo en el medio de ambos y les juro que nunca me había parado a pensarlo hasta que este mismo año "Wit’s end" nos presentara su cara más cruda. Sus canciones son eternas, por imperecederas y porque muchas veces deseas y te engañas pensando que no tuvieran fin, sus melodías juegan a convertir en valses piezas de exquisito pop, parecen nacidas del country pero le deben más a The Beatles o Beach Boys que a los maestros de Nashville, y te penetran hasta los tuétanos, a veces sin más armas que su voz y una guitarra, la mezcla perfecta de placer, emoción y escalofrío que sólo las obras maestras como "Catacombs" pueden aunar. Ahí es precisamente donde se dan la mano Jeff Buckley y Elliott Smith, donde te podrías imaginar a Nick Drake caminando junto a Bon Iver charlando de Lennon y Bowie, donde te das cuenta de que no es posible siquiera pretenderlo, que Cass McCombs, con las inevitables influencias que todo músico de su características está condenado a imitar, es único y original.

Cuando un disco comienza con tres versos tan hermosos como “Tú no eres la chica de mis sueños, no eres la chica de mi realidad, eres la chica de mis sueños convertida en realidad” puede sonar mil veces repetido, pero la forma de decirlo es tan especial, triste, decadente, tan bella... que te atrapa, te hundes, buscas en tus sueños un poco de realidad y... "esperas que el viaje no acabe demasiado pronto":


El disco del reconocimiento más allá de la recomendación de los compañeros de profesión, un escalón por encima, su relativa popularidad, pero... su siguiente entrega, "Wit’s end", parece su propósito de huir de la portada de las revistas. Porque el primero de sus álbumes de este año es la continuación obsesiva y desolada de su predecesor, la respuesta a quién pudiera dudar de una supuesta comercialización, su trabajo más amargo, más bello si cabe, pero más difícil, se hace duro escucharlo del tirón. Asfixia.
Lo que desconocíamos es que se tenía guardada la otra cara de la moneda para antes de finalizar el curso, al menos, es mi esperanza tras la escucha del adelanto de "Humor risk". "Wit’s end" duele demasiado y no puedo dejar de escucharlo.

“The same thing”
pain and love...

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